PASEANDO POR LA LUNA
por Antonio Sánchez Ibarra
Febrero 24, 2006
La compañera de siempre, la Luna, nos brinda la oportunidad de explorar laúnica superficie en detalle de un cuerpo celeste y eso posible a simple
vista, con binoculares o con cualquier telescopio.
Punto de partida para cualquier observador del cielo, nuestro satélite,
aparentemente surgido de la propia Tierra cuando se encontraba esta última
en formación, tiene un tamaño aproximadamente la cuarta parte de nuestro
planeta y se encuentra a una distancia media de 384,400 kilómetros. Gira en
torno a nuestro planeta en 27 días y un tercio.
Algo en especial interesante de nuestro satélite es su rotación. Gira
alrededor de su eje exactamente en 27 días y un tercio: el mismo tiempo en
que gira alrededor de la Tierra. Esto provoca que nos muestre siempre sólo
uno de sus hemisferios o "caras", estando la otra vedada a la observación.
Esto normalmente no se comprende e incluso erróneamente se piensa que la
Luna no tiene rotación.
Un ejercicio muy sencillo nos ayudará a clarificar esto.
Con dos personas siendo una la Tierra y la otra la Luna, que quien es la
Luna gire alrededor de quien es la Tierra pero siempre mostrándole la cara.
Al dar una vuelta completa la Luna alrededor de la Tierra, quien es la Luna
habrá tenido que girar en torno a si mismo para poder mantener su cara hacia
quien es la Tierra.
En su movimiento alrededor de nuestro planeta, la iluminación de la Luna
cambia en lo que llamamos fases. El ejercicio de la rotación nos puede
servir para entender esto si colocamos un foco en algún punto para iluminar
a las personas.
Muchas personas creen que el mejor momento para observar la superficie
lunar, es cuando se encuentra en fase llena. En realidad no es así, ya que
llegando directamente la luz del Sol en esa fase, no hay sombras y
disminuyen los detalles.
Esta apreciación también se hace, porque es el momento, durante fase llena,
cuando "se ve" el conejo de la Luna. Tal conejo es una figura creada por
nuestra imaginación con las regiones más oscuras del disco lunar. La mente
humana siempre busca la asociación cuando ve una mancha. Por ello, en otras
culturas, no ven un conejo, sino el rostro de perfil de una mujer o un
escarabajo.
Tales manchas, visibles a simple vista, son las regiones más llanas y
antiguas de la superficie lunar, mientras que las regiones brillantes son
las zonas altas y más abruptas. Eso es lo que podemos reconocer en la Luna
con nuestros ojos.
Otro fenómeno visible a simple vista es la llamada luz cenicienta. Ocurre en
los primeros días después de la luna nueva, cuando apenas una "uña" es
visible al inicio de la noche hacia el poniente. Sin embargo, podemos
percibir que se completa el resto del disco débilmente iluminado. Este
efecto, es el resultado de que, desde la Luna, la Tierra esta en fase llena,
iluminando así el resto del disco lunar.
A simple vista también puede observarse un fenómeno asociado con la Luna,
que es el halo lunar. Es visible como un gran circulo alrededor de la Luna
bajo ciertas situaciones climáticas. El efecto ocurre en nuestra atmósfera y
es el reflejo de la luz lunar en cristales de hielo.
Utilizar unos binoculares, ya nos permite percibir otros detalles. Si la
Luna se encuentra en fase creciente o menguante, podremos ver, especialmente
en la línea divisoria del día y la noche, irregularidades y los cráteres más
grandes, con notorios contrastes.
Al utilizar un telescopio, por pequeño que sea, ya es posible el ver con
mucho más detalle los rasgos de la superficie lunar. Típicamente un
telescopio viene provisto de dos lentes u oculares con un valor señalado en
milímetros. El lente de mayor milimetraje nos dará el menor aumento y
viceversa. Por ello, es conveniente primero enfocar la Luna con el menor
aumento para ubicar las regiones y luego cambiar el lente para ver detalles
y "pasear" por el suelo lunar.
En Internet es posible fácilmente conseguir mapas lunares como el que se
muestra aquí. Lo podemos imprimir y llevar con nosotros en la observación.
Entre las regiones más interesantes se encuentran las de los cráteres
Copernicus y Tycho. Ambos, ubicados en el noreste y sur del disco lunar,
muestran superficies brillantes y lo que se llaman "estrías", semejantes a
rayos brillantes. En especial los de Tycho se extienden a cientos de
kilómetros.
Del centro y hacia el oeste del disco lunar, son visibles fácilmente las
planicies del Mar de la Serenidad y de la Tranquilidad. Los primeros seres
humanos que llegaron a la Luna, descendieron en el Mar de la Tranquilidad.
Obviamente es imposible, aún con los telescopios más grandes, distinguir la
parte del módulo lunar que quedó en la superficie.
Otro sector interesante es el de los Apeninos lunares, ubicados casi en el
centro del disco lunar y en las proximidades del cráter Copernicus.
Son, finalmente, cientos los detalles que pueden reconocerse en la
superficie lunar. De hecho, es relativamente fácil con las cámaras digitales
actuales, lograr imágenes colocando la cámara pegada al ocular del
telescopio.
La observación de la Luna siempre dará muchas satisfacciones.
Este artículo puede ser reproducido en forma impresa o electrónica otorgando los créditos correspondientes.
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