"TRAGEDIAS ESPACIALES"
por Antonio Sánchez Ibarra
Enero 29, 2007
En este 2007 en que se cumplirá el primer medio siglo de exploración
espacial, la semana que va del 27 de enero al 1 de febrero, trae tristes
recuerdos para todos aquellos que participaron y actualmente participan en
la agencia espacial americana NASA.
Este 27 de enero se cumplieron 40 años de la primera tragedia espacial del
programa espacial americano. Estando dándose por inicio el programa Apolo
para ir a la Luna de acuerdo a la promesa que había hecho el Presidente John
F. Kennedy y concluidos los programas Mercurio y Géminis para aprender a
maniobrar en el espacio, tres astronautas se preparaban para probar la nueva
nave con capacidad para tres tripulantes.
Virgil I. Grissom, astronauta veterano de la primera generación, Edward
White, primer americano en hacer una caminata espacial, y Roger Chafee,
astronauta novato, llegaron a la plataforma donde se ubicaba el primer
cohete Saturno I con la cápsula Apolo compuesta de dos módulos: el de
comando y el de servicio.
Su objetivo esa mañana era el realizar uno más de los cientos de ensayos
previos que se efectúan para el correcto cumplimiento del objetivo de la
misión. Enfundados en sus trajes se introdujeron a la estrecha cápsula e
iniciaron sus actividades, no sin antes tener problemas de comunicación con
el centro de control.
Repentinamente, la voz de uno de los astronautas gritó "fuego", alertando al
centro de control y los técnicos que se encontraban en la plataforma de
lanzamiento, quienes de inmediato intentaron abrir la escotilla de la nave.
Desafortunadamente, bastaron sólo 17 segundos para que, en una atmósfera de
oxígeno puro en el interior de la nave, los tres astronautas perecieran por
asfixia además de sufrir varias quemaduras. La escotilla finalmente fue
abierta mostrando la tragedia.
Esto obligó a modificar el módulo de comando con una atmósfera de oxígeno y
nitrógeno, materiales no flamables y recubiertos especiales en todos los
sistemas de cableado.
Serían 19 años y un día después, el 28 de enero de 1986, cuando sobrevendría
la segunda tragedia espacial. Esa mañana inusualmente fría en el puerto
espacial Kennedy, los directores de vuelo de los trasbordadores espaciales
se aprestaban, bajo una fuerte presión gubernamental por cumplir con los
calendarios de vuelo de las naves, a lanzar el trasbordador Challenger con
siete tripulantes a bordo.
La tripulación estaba compuesta por el comandante Francis Scobee, el piloto
Michael J. Smith y los especialistas de misión Judith A. Rednik (segunda
mujer americana en el espacio), Greg Jarvis, Ronald McNair y Elison Onizuka.
El séptimo tripulante era muy especial, la maestra Christa McAuliffe. Era el
primer civil que volaría en un trasbordador con el objetivo de dar clases
desde el espacio sobre las condiciones de vida en la microgravedad.
Con los ojos atentos de millones de niños en Estados Unidos que seguían la
transmisión especial de televisión, se inició el lanzamiento dentro de los
procedimientos tradicionales. Sin embargo, a los 73 segundos y en pleno
vuelo, sobrevino un gigantesco estallido que destruyó la nave en un
espectáculo traumatizante.
La investigación posterior reveló que el haber lanzado el trasbordador con
tales condiciones climáticas, favoreció para que uno de los anillos de unión
en uno de los cohetes boosters de combustible sólido, se contrayera
produciéndose una fuga que afectó directamente al tanque central de
combustible hasta que finalmente explotó.
Tal situación provocó que los trasbordadores permanecieran sin volar más de
dos años y muchas modificaciones en los mismos.
Diecisiete años y cuatro días después, el 1 de febrero de 2003, sobrevendría
la tercer y última tragedia.
Ese día, después de exitosos quince días en órbita de la Tierra realizando
múltiples experimentos científicos, la tripulación formada por el comandante
Rick D. Husband, el piloto William C. McCool, el comandante de carga Michael
P. Anderson y los especialistas de misión David M. Brown, Kalpana Chawla,
Laurel Salton y el primer astronauta israelita Ilan Ramon, se aprestaban a
retornar a la Tierra en el trasbordador espacial Columbia, el primero de la
flota.
Transcurría el procedimiento normal en el centro de control de Houston y el
centro espacial Kennedy donde ocurriría el aterrizaje. Repentinamente, los
controladores de vuelo indicaron problemas en el tren de aterrizaje y
comenzaron a notar perdida de datos de los sensores del ala izquierda. Cerca
de las 7 de la mañana, la comunicación con los astronautas se interrumpió
por completo. El aterrizaje, marcado a las 7:19, nunca ocurrió.
En cambio, noticieros y aficionados con sus cámaras comenzaron a ver surcar
por el cielo no el punto brillante usual, sino muchos en una clara
indicación de que el trasbordador Columbia se había despedazado. Un poco
después, miles de fragmentos, incluyendo los cuerpos de los astronautas,
cayeron en una línea de varias decenas de kilómetros sobre Texas y Loussiana.
Tal trágico suceso de inmediato fue asociado con la alerta que habían
emitido varios ingenieros que, revisando los videos del lanzamiento habían
detectado el desprendimiento de material aislante y el golpe que había
producido en el ala izquierda de la nave. La advertencia, lamentablemente
había sido desestimada.
La comisión que investigó la tragedia, después de manejar múltiples
hipótesis, terminó autorizando un experimento donde un trozo de tal material
fue disparado contra el ala de un trasbordador a la misma distancia y
velocidad que había ocurrido durante el vuelo.
El resultado fue rotundo: Un boquete de más de un metro de longitud en el
ala permitió concluir que lo mismo había sucedido con Columbia. Al estar
ingresando en la atmósfera a su retorno, con la temperatura de 1700 grados
centígrados que se genera por la fricción, el calor había comenzado por
destruir el ala y finalmente descontrolar el trasbordador hacia su
destrucción, en minutos que deben haber sido agónicos para los astronautas
que se percataron de lo que ocurría.
De esa forma, 27 y 28 de enero y 1 de febrero de cada año, marcan las peores
tragedias del programa especial de Estados Unidos.
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