EL FUTURO DEL PROGRAMA ESPACIAL AMERICANO
por Antonio Sánchez Ibarra
Abril 25, 2005
Cuarenta y tres años marcan una diferencia notable... para bien o para mal.
El 25 de mayo de 1961, el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy
lanzaba el compromiso para su nación de llevar astronautas americanos a la
Luna, descender en ella y regresar sanos y salvos en una misión que debía
ocurrir antes que terminara la década de los sesenta.
El 14 de enero de 2004, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush
anunciaba una renovación del programa espacial enfocado a retornar a la Luna
y enviar tripulaciones hacia el planeta Marte.
1961
La motivación del presidente Kennedy en 1961, a sólo cuatro años del inicio
de la carrera espacial marcada por el lanzamiento del primer satélite
artificial el 4 de octubre de 1957 por la entonces Unión Soviética, tenía un
fundamento esencialmente político. Los Estados Unidos habían sufrido serios
y frecuentes descalabros ante el bloque soviético en el propósito de tener
un dominio en un nuevo territorio: el espacio.
Primer satélite, primer ser vivo en el espacio (Laika), primer ser humano en
el espacio (Gagarin), primera mujer en el espacio (Tereshkova) y otros más.
Mientras ya en época de guerra fría se había logrado un equilibrio al contar
la Unión Soviética con armas nucleares al igual que los Estados Unidos, este
territorio se veía dominado por los soviéticos.
Sin embargo, el reto que planteaba el presidente Kennedy se convertía en un
llamado de unión e inspiración para el pueblo americano. Millones de
dólares, miles de personas y decenas de empresas convergieron súbitamente
ante el propósito de que una persona pusiera el pie en la superficie lunar.
El ámbito científico, habría de ver esto como una gran oportunidad para que
la exploración espacial no sólo iniciara en serio sino que marcara un
derrotero para el futuro: Después de la Luna, seguiría Marte.
Con una tecnología incipiente pero con un equipo humano extraordinario, el
programa espacial comenzó a avanzar: Concluyó el programa Mercurio, se
desarrolló el programa Gemini para aprender a maniobrar en el espacio y se
superó una crisis tan impactante como la muerte de los tres astronautas del
primer vuelo Apolo programado, en un incendio ocurrido en plataforma durante
un entrenamiento.
Amstrong, Aldrin y Collins cautivaron la imaginación, la esperanza y la
confianza en la especie humana al descender en el Mar de la Tranquilidad
aquel 20 de julio de 1969. Entre fallas de computadoras al descenso con un
módulo lunar sumamente frágil e imágenes fantasmagóricas desde el Mar de la
Tranquilidad, brindaron a los terrícolas un impacto que marcó a toda una
generación.
Pero programa de origen político al fin, una vez cumplido el objetivo
primario, comenzaba la decadencia.
No disminuía el eco de los aplausos por el alunizaje del Apolo 11 cuando
comenzaba a ser modificado el presupuesto, la participación y el programa de
los Apolos para ir a la Luna.
Bajo un gobierno republicano, con mucha menos sensibilidad no sólo hacia el
programa espacial sino al desarrollo científico que el presente durante
gobiernos democratras, el programa Apolo fue inmediatamente recortado: De
diez Apolos que irían a la Luna, se reducía a siete.
Y como cuando se abriga una enorme empresa, al lograrse, viene la pregunta
de ¿Qué sigue?
El que sigue se convirtió en algo nebuloso. Mientras Werner Von Braun, el
alemán que había logrado que los americanos llegasen a la Luna con su cohete
Saturno V pensaba que la siguiente meta era Marte con máximo para el año
2000, los burócratas de la ciencia entraban en la encrucijada de contar con
una nave menos costosa que pudiese retornar varias veces al espacio para...
no estaba muy claro.
La década de los setenta, el programa espacial americano se mantuvo por la
inercia de programas ya desarrollados la década anterior: Los Vikingo
llegaron a Marte y tanto los Pionner como los Voyager habrían de dar una
muestra que aún persiste en cuanto hacer bien las cosas.
Los ochenta, marca la década perdida de la NASA. Si bien el trasbordador
espacial habría de iniciar sus vuelos, su propósito era más bien oscuro: en
ocasiones volaba para hacer experimentos, luego para hacer misiones
militares y después para, en un acto meramente comercial, colocar satélites
de otros países en órbita de la Tierra.
La presión existente por el gobierno republicano del presidente Ronal Reagan
para que el trasbordador funcionara correctamente o fuese derivado hacia su
proyecto estratégico de "La Guerra de las Galaxias", sumado a un equipo
humano muy diferente al de dos décadas atrás, culminaría con una gran
explosión: la del Challenger en 1986.
Aires de frescura aparecieron al inicio de los noventa con la llegada del
nuevo administrador de la NASA, Daniel Goldin, al apoyar programas de
exploración interplanetaria rápidos, económicos y eficientes que permitirían
a su vez retomar la exploración del planeta Marte entre otros.
A pesar del problema inicial del telescopio espacial Hubble con su miopía,
herencia de pasadas administraciones, NASA pareció retomar el rumbo durante
la pasada década.
Pero la perspectiva gubernamental y administrativa de NASA volvería a
cambiar.
2004
No había transcurrido un año del desastre del Columbia cuando se anunciaba
un nuevo plan de programa espacial.
Los tripulantes del Columbia habían fenecido ante una falla mal evaluada.
Plantear que no había posibilidad de rescate, sólo me remite a los días
dramáticos de abril de 1970, cuando tres hombres en pleno viaje hacia la
Luna, en peligro de muerte por la explosión de un panel del módulo de
servicio, eran salvados por un equipo humano que hasta calcetines utilizó en
un derroche de creatividad para traerlos a la tripulación de regreso.
Ahora, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, expone el retorno de
los trasbordadores aunque con tiempo limitado; la creación de una nueva nave
para viajar el espacio; la conclusión de la Estación Espacial Internacional
pero prácticamente para abandonarla; el retorno a la Luna y los primeros
vuelos tripulados hacia el planeta Marte.
Con mínimo impacto de inspiración para un pueblo que ya es ajeno al programa
espacial americano y sin planes concretos que puedan encontrarse en algún
lugar de NASA, se presentan las primeras incongruencias.
Nuevamente, herencia del pasado, se dan éxitos como los robots motorizados a
Marte, Stardust y Cassinni. Sin embargo, el administrador de la época, Sean
O'Keefe, iniciaba anuncios de la cancelación de misiones de servicio al
telescopio espacial Hubble y recorte de presupuesto a otras misiones
interplanetarias.
Desarrollar una nueva nave para viajes tripulados basados en la experiencia
de Apolo puede ser mucho más fácil en la actualidad. Sin embargo, ¿Dónde
esta tal programa?
Interesante sería ver claros los propósitos de investigación y desarrollo de
la Estación Espacial Internacional para mantenerse al menos hasta inicios de
la próxima década.
Retornar a la Luna en la actualidad puede parecer infinitamente más sencillo
que en la década de los sesenta, pero ¿Cuál es el plan?
Intentar viajar hacia Marte con seres humanos, cuando no hay un fuerte
impulso y desarrollo a nuevos sistemas de propulsión que nos permitan
abandonar los arcaicos y peligrosos cohetes, significan viajes con inversión
de un año sólo en ida y vuelta, mas el tiempo de estancia.
¿Exponer una tripulación a un viaje de tanto tiempo y en un ambiente
inhospitó que requiere gran cantidad de recursos sólo de supervivencia?
Mientras tanto, la Agencia Europea del Espacio, mínima organización en laépoca Apolo, ahora cuenta con planes y directrices bien claras de un
programa de exploración interplanetaria que no incluye, al menos en corto
plazo, la presencia humana.
Asoma, mientras tanto, el poderío espacial de la República Popular de China.
Lenta pero en forma sostenida, los chinos van formando un programa espacial
que no tardará en dar sorpresas.
Puede suponerse así que ante tal embate de desarrollo espacial de otras
naciones, los Estados Unidos estarían, desde el punto de vista político,
entrando en otra etapa de competencia similar a la de llegar a la Luna.
Pero el abismo de 43 años es muy claro: Las condiciones son muy diferentes.
Si bien Estados Unidos estaba desgastado en aquella época también en una
guerra, contaba con la visión de agrupar equipos humanos excelentes para sus
propósitos entre los que se incluye y, nunca menos importante, un pueblo que
tomaba tal empresa como suya.
Ahora, ni un optimismo popularizado como mínimo o planes concretos y
objetivos son visibles.
La llegada del nuevo administrador de NASA, Michael Griffin, y sus
comentarios en torno a reflexionar sobre retomar una posible misión de
rescate del telescopio Hubble, se vuelve alentadora, pero... este punto es
sólo uno de cientos en cuanto al futuro del programa espacial americano.
Los próximos dos años pueden ser altamente definitorios para el programa
espacial de NASA.
Por ahora, lo único cierto, es la incertidumbre.
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